Iniciamos nuestra travesía por Donostia en el Monte Igeldo, un sitio decadente y lleno de encanto que parece haberse quedado estancado en el tiempo. Supongo que en verano cambiará la cosa pero en el mes de noviembre estaban todas las casetas del parque de atracciones cerradas y eso aumentaba su encanto, ofeciéndonos un panorama inquietante y fantasmal del parque, además de las bonitas vistas de toda la ciudad. Muy recomendable!
Ya en tierra plana visitamos las esculturas de Chillida, Los Peines del Viento. Parecía un Fotocol donde a modo de procesión posan los turistas, pero son tan bonitas que merece la pena esperar un poco para hacerte la típica foto. Corrimos por la playa hasta llegar a la parte vieja donde puedes perderte por las callejuelas intercalando paradas en bares para degustar las típicas tapas. Mucho cuidado porque suelen clavar, son súper caras. Una parada obligatoria para comer las tortillas de el Bar Juantxo, demás de que están buenísimas, es un sitio con mucho encanto y está my bien de precio.
Con la tripa llena lo mejor es pasear para bajar la comida o tomarse un helado por el precioso paseo del muelle lleno de casitas de pescadores y bordear el Monte Urgell.
